Hay jardines que crecen y otros se marchitan. ¿Dónde está la diferencia?

En como lo cuidas y cuánto dinero tienes para mantenerlo.
Nuestra pequeña isla, compartida con otro país cuyo jardín está marchitado, es como un regalo de Dios. Cuidarlo y hacerlo crecer es responsabilidad de todos.

Su fauna, su flora y su gente poseen una variedad inigualable, con abundantes especies de animales, una floresta indescriptible, playas y bosques y una población multirracial, donde no toda disfruta de los beneficios de ese jardín.

En verano, los flamboyanes tiñen de rojo la isla y desde el cielo parece que una alfombra roja cubre toda la tierra.

Pero las malas yerbas siempre están al acecho para joder el jardín y hay que matarlas en el acto. Algunas aparecen en las cuencas de los ríos donde unos hijos de puta extraen materiales sin permiso, secando esa fuente vida.

Otros deforestan para sembrar en montañas que se convierten en desierto. No faltan los cabrones que siguen quemando bosques para aprovechar la madera como carbón o talar árboles para venderlo.

La basura es otro cuento de nunca acabar. De los carros, autobuses y camiones tiran a las calles fundas, platos y vasos de plástico, cascaras de guineo, papel desechable y huesos de pollo para los perros realengos.

Hay países que te condenan a 6 meses de cárcel por tirar una colilla de cigarrillos en la calle. Aquí tiras un cubo de basura en la cuneta y nada te pasa. Falta de educación, la pesadilla de nuestro país.

Cuando llueve, parte de esa basura se filtra al subsuelo y se conectan con los drenajes de aguas negras, que contaminan los subsuelos ya que las tuberías esta semidestruidas por lo que si no tratas el agua que extraes con una bomba subterránea, tomaras mierda liquida.

Solo reparar los drenajes del gran Santo Domingo podría costar mas de 10 mil millones de dólares. Y ni hablar de los acueductos para llevar agua a ciento de miles de hogares, mantener los bosques, reforestar las cuencas de los ríos y reducir todo lo que contamina nuestro medio ambiente y que afecta nuestro bello jardín.

Los jardines de Babilonia son un cuento de hadas. El nuestro sigue siendo real a pesar de los problemas mencionados, que se suman a otros como la educación, la salud, y la impunidad de los malnacidos que siguen tratando de destruir nuestro jardín.

¿Pero que hace que un jardín se mantenga, florezca y se expanda? La política fiscal. Porque no tenemos guerras, no hay persecución, no hay presos políticos, no hay discriminación, no hay represión, no hay restricciones a la prensa, no hay cacaería de brujas y se respira una libertad que huele a rosas.

Sin embargo, mucha gente no disfruta de ese jardín y pasan las de Villadiego.

¿Por qué? Porque el dinero que recibe el mayor responsable de cuidar el jardín es insuficiente para mantenerlo vivo y muy pocos pueden darse el lujo de cosechar las mejores flores y frutos de nuestro jardín, mientras muchos solo reciben espinas.

La política fiscal es la única capaz de corregir esas injusticias y hacer que más gente disfrute del jardín. Tambien es la única que permite que el jardín no se marchite.

Lo fiscal, como diría el profesor Juan Bosch, es un término capicuo. Es como decir que por un lado te invitan a una fiesta a tomar romo y en otra a comerte un moro. El problema esta en que logremos una fiesta donde haya moro y romo y que mas gente la disfrute.

No estoy parodiando un tema tan importante, solo usando ejemplos que abran las mentes de los que todavía creen que hablar de reforma fiscal es como sacar al demonio del infierno.

El demonio está aquí y de lo que se trata es de devolverlo al infierno.

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