En toda economía en evolución, con ejes estratégicos definidos a mediano y largo plazo y afincados en la continuidad de estado, donde prevalezcan valores a seguir, asumir los postulados de los organismos financieros podría evitar que nos lleven como corderos al corral, en medio del tránsito de una crisis internacional.
Es momento de accionar y evitar la quietud ante la incertidumbre en la economía, tecnología, sistema alimentario, los fenómenos de crisis internacional y a los riesgos que se expone la sociedad en general.
El nuevo concepto de policrisis que abarca situación ambiental, económica y geopolítica de las grandes potencias, es un llamado a reflexionar y una motivación para diseñar acciones y agenciar dichos desafíos oportunamente.
Lo más pernicioso en un país es mantenerse en una campaña política permanente, sin miramientos sobre cómo enfrentar una policrisis y en adición a esto vemos como grandes organizaciones, solo pretenden resolver y satisfacer sus necesidades, con los recursos de otros y sin pensar en el bienestar de los demás.
Ver cómo los ajustes de los bajos salarios impactan la población que enfrentan las múltiples crisis, con el incremento de las tasas de interés, aumento de la deuda, fenómenos ambientales, seguridad alimentaria e inflación, se debe habilitar un espacio para emprender un enfoque que coadyuve a incrementar sus ingresos.
En estos momentos la economía popular es el derecho que se debe ejercer en el país, según lo dicta el Artículo 222 de la Constitución de República Dominicana que “reconoce el aporte de las iniciativas económicas populares al desarrollo del país; fomentar las condiciones de integración del sector informal en la economía nacional; incentivar y proteger el desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa, las cooperativas, las empresas familiares y otras formas de asociación comunitaria para el trabajo, la producción, el ahorro y el consumo que generen condiciones que les permitan acceder a financiamiento, asistencia técnica y capacitación oportuna”.
La policrisis nos exige comedimiento, accionar político, privado y social, para no zarandear nuestra propia crisis; requiere de ciudadanos comprometidos por el bien común, donde prevalezcan política de Estado en el medio ambiente; hacer realidad el pacto nacional por el agua; propiciar iniciativas de inversión en el campo, para frenar la emigración y la descampesinización en las zonas rurales; fortalecer con la tecnología los reglones de producción, exportación, capacitando en ciclo corto nuestra juventud para el trabajo y la prosperidad; y contar con un sistema de medición de indicadores financieros y económicos, que demuestren una verdadera justicia social.
En esta década la recomposición de liderazgo en las grandes potencias, está determinada por las políticas públicas a favor de las estabilidad y salud financiera que viven las familias y los entes productivos, sin que socaven su economía con las avaricias de impuestos para cubrir déficit y restricciones de accesos de los recursos en el sistema financiero, con el incremento de las tasas de interés, para controlar la desmonetización de la economía y el endeudamiento como ocurre en Estados Unidos, Japón y otras economías, que nos llevan a una incertidumbre en la desaceleración de economía mundial.
Una gran armadura para enfrentar esta incertidumbre son las Cooperativas.
Estamos conscientes de la necesidad que tenemos de fortalecerlas porque son las organizaciones que actualmente avanzan en el crecimiento sostenible del sistema de la economía solidaria, con el fin de promocionar la ayuda mutua y la interrelación con otras cooperativas, para alcanzar metas y valores comunes, con acciones solidarias, que beneficien a los asociados, familias y las comunidades de forma equitativa.
