Por José Alfredo Guerrero

Las loterías son consideradas un mal para los pobres. En realidad, lo que está mal, en el sentido de equivocación, es esa opinión.

Para empezar, la economía buena enseña que la acción humana es, como la eternidad de la salvación o el infierno, individual, no de colectivos como los pobres, los ricos, la sociedad, el sindicato de trabajadores o el colegio de abogados.

Comprar es una de esas acciones individuales en que usted entrega X a ella para recibir Y. Para alguien externo que nota la transacción, y ha pasado por un proceso similar de intercambiar cosas, está claro que tanto X como Y son artículos que ambas partes consideran bienes, no males.

No puede ser de otra manera. En la película Dirty Harry hay una escena en que una persona recibe una trompada que le desencaja la mandíbula, se ve en el espejo y paga generosamente al que cumplió con el servicio solicitado.

Un puñetazo en la cara, que el ser humano descubre es un mal porque no mejora su bienestar individual, en ese momento particular fue un bien porque le permitió acusar de acoso y violencia física al recio detective que no le perdía ni pie ni pisada.

Donde existen mercados activos y concurridos las partes de una transacción se transfieren derechos de propiedad sobre bienes.

Es por el discernimiento individual que pasan las valoraciones de lo propio o ajeno para comparar y decidir sobre los términos del intercambio entre dos bienes, caso del trueque conejo por pescado, o entre un bien y otra mercancía que se descubre tiene valor para usos propios y que se ha ganado espacio como facilitador de la compra y venta, pescado o conejo por oro.

Pocas actividades tienen más nivel de competencia y popularidad en nuestro país que los juegos de lotería.

En el caso de la Lotería Nacional, en su momento un monopolio público, es una de nacimiento tan sano como la de su gestor, un sacerdote católico, y de la certeza de una promoción que se adelantó a los discursos de equidad, inclusión y solidaridad: “La amiga del pobre y del rico que invierte los beneficios en obras de bien social.”

Un boleto de lotería brinda por unos pocos pesos una probabilidad cercana a nula de lograr el premio grande.

En las versiones 2010 y 2020 de la canasta básica está ahí acompañando a más de trescientos bienes y servicios que el Banco Central utiliza para medir la inflación y con una característica que no tienen todos: estar en todos los quintiles de ingresos y en todas las regiones.

En vista de que con ese boleto se le puede dar “al gordo” en cualquier momento, hay que estar preparado para responder con la contrapartida o hasta ahí llegó la empresa que, si es legal, deberá responder por daños en la justicia.

Estos juegos son populares porque logran sembrar en el público la confianza de que los premios grandes serán pagados (la razón por la que hay que tirarse una foto con un cheque tamaño gigante con los ejecutivos de la lotería) y también por añadir múltiples jugadas para aumentar las posibilidades de ganar y recuperar parte del monto jugado.

Aquí un ejemplo en esta imagen. Al centro están los veinte números que salieron de la tómbola en el concurso televisado del dos de agosto y a la derecha dos jugadas con diez números cada una, por cada una se pagan 25 pesos.

Si salen los diez el premio es 25 millones, pero en el primero solo coincidieron tres (25,28,29) y no gana nada porque se pagan los aciertos de cinco en adelante o el boleto “se va en blanco”, como en la segunda combinación.

De esta manera ese boleto que costó cincuenta pesos gana ochenta que, y aquí es que se pierde medio mundo, son los mismos que vuelvo a jugar.

En las loterías se juega, generalmente, una alta proporción de lo ganado en el sorteo anterior más algo adicional.

Por eso sumar el valor por sorteos diario de todo lo que se juega para tener una cifra acumulada por mes o por año es un error. Por regulación, además, deben repartir una proporción superior al 60% de los montos jugados. No son un agujero negro succionador de recursos en una sola dirección.

Ampliaremos en otra colaboración la evolución de las ponderaciones de los juegos de azar en las dos canastas, su distribución por quintiles y regiones y su incidencia casi nula en la inflación.

También como simular flujos de premios gordos que se reparten en pedazos por año es ejercicio interesante para decidir cuál tiene mayor valor presente.

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