La implosión de la casa de cambio FTX demuestra que la industria de las criptomonedas, construida tras la crisis financiera de 2008, se ha desviado de sus ideales originales. (Hiroko Masuike/The New York Times)

Poco después del fracaso de varios bancos de Wall Street en 2008, un documento de nueve páginas circuló en una misteriosa lista de correo. En él, se proponía un nuevo tipo de sistema financiero que no dependiera de ningún “tercero de confianza”.

El documento fue el punto de partida para lo que hoy conocemos como la industria de las criptomonedas. Con frases dramáticas e idealistas, sus partidarios se comprometieron a hacer negocios con total igualdad y transparencia y a eliminar las prácticas de alto riesgo del puñado de firmas financieras poderosas que causaron la Gran Recesión.

Por desgracia, el mes pasado, las acciones de una sola criptoempresa, la casa de cambio de 32.000 millones de dólares FTX, sumió a la industria emergente en su propia versión de la crisis de 2008. FTX, otrora considerada un mercado seguro para la compraventa de monedas virtuales, se declaró en quiebra después de sufrir el equivalente a un pánico bancario en el criptomundo, situación que enfrentó a ejecutivos, inversionistas y entusiastas de la industria con una dura realidad: la tecnología que habían diseñado para corregir los defectos del sistema financiero tradicional terminó por emularlo.

Ejecutivos que tan solo hace un año se deleitaban en el crecimiento aparentemente imbatible del criptomundo ahora intentan garantizar que pueden aprender de los errores y adoptar de nuevo los ideales iniciales de la industria. Binance, la mayor casa de cambio del mundo, anunció el mes pasado que dará a conocer más información sobre sus finanzas y contratará auditores independientes para verificar la información divulgada. Coinbase, la mayor casa de cambio de criptomonedas en Estados Unidos, proclamó su compromiso con un “sistema descentralizado en el que no es necesario que confíen en nosotros”.

Muchos convencidos de la criptoindustria ejercen presión para que se realicen reformas más drásticas e instan a los inversionistas a no guardar sus activos digitales con grandes empresas, sino optar por plataformas más experimentales operadas solo con código.

Pero a pesar de todas esas promesas de cambio, el derrumbe de FTX deja al descubierto cuán lejos está la criptoindustria de lograr sus metas originales y gozar de una aceptación generalizada. La desconfianza de los consumidores ha aumentado este año debido a varios problemas, como enormes pérdidas financieras, investigaciones de carácter penal y un clima de cada vez mayor escepticismo en cuanto a la regulación en Washington. En una conferencia celebrada el mes pasado, Changpeng Zhao, director ejecutivo de Binance, comentó que la implosión de FTX le costaría a la industria un retroceso de varios años.

La quiebra de la casa de cambio agravó una situación de por sí difícil tras meses de pérdidas en el mercado de las monedas virtuales que comenzaron con una devastadora caída en la primavera por una retirada más generalizada de los activos riesgosos. Esta agitación llevó a la quiebra a algunas distinguidas criptofirmas. Bitcoin, la criptomoneda original y la más popular, se ha vendido a menos de 17.000 dólares, una baja de alrededor del 75 por ciento con respecto a su valor más alto, de casi 70.000 dólares, hace casi exactamente un año.

Si te gustó compartelo!