Por: José Lois Malkun

Los asesores económicos del presidente Donald Trump saben muy bien que por el nivel de deuda y déficit que arrojan las cifras, bajar impuestos es hacerse un harakiri, una forma de suicidio ritual.

Por esa razón, el primer paso hacia esa meta fiscal es reducir los gastos federales en todas las áreas el gobierno, incluyendo agencias de cooperación internacional, organismos de la Naciones Unidas y la propia USAID.

El ahorro tiene que ser monumental para que la reducción de impuesto no implique mas deuda (126% del PIB) ni más déficit (8.1% del PIB para el 2024 según Fitch Rating).

Esta agencia había advertido que la política presupuestaria del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su plan de bajar los impuestos podría profundizar un déficit público ya importante y aumentar aún más la deuda pública del país.

Entendiendo eso, la primera decisión del presidente Trump fue crear el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE en inglés) bajo la dirección del multimillonario Elon Musk, que comenzó lanzando misiles hacia el Tesoro, la USAID, el Canal de Panamá, la salud, la educación, los subsidios, los seguros, etc. etc.

Nadie escapará de las escaramuzas de Musk para reducir el gasto federal y ahorrar dinero que compensen la reducción de impuestos.

Por su parte, el presidente Trump está buscando lo mismo, aumentado los aranceles a varios países donde hay un inmenso déficit comercial, como sucede con México, Canadá y China.

Pero los ingresos o ahorros que pudiera obtener a través de su política arancelaria serán neutralizados por las represalias de los países afectados que tendrán un fuerte impacto en los precios de muchos bienes que se consumen en Estados Unidos.

O sea que tendrán que pagar más aranceles para importarlos.

Sin embargo, hay una falsa creencia de que los productores locales pueden abastecerse internamente, sustituyendo importaciones y reducciones sus costos.

La mayoría de las empresas en Estados Unidos, desde el sector construcción, pasando por la fabricación de vehículos, equipos pesados, minerales, alimentos y bebidas, petróleo y sus derivados, y un sin número de otros bienes de consumo, son abastecidas por las importaciones.

Por ejemplo, los vehículos construidos en Estados Unidos reciben piezas y accesorios de otros países que lo suplen a menores costos. Y es casi imposible sustituir esas importaciones de un día para otro. Y de hacerlo, los costos se dispararían.

En conclusión, todo el plan del gobierno de Donald Trump está dirigido a reducir los impuestos para impulsar el crecimiento económico, la inversión y el empleo.

Ya lo hizo Ronald Reagan en su presidencia y le dio buenos resultados, pero la deuda pública se triplicó, y el déficit se duplicó, lo que ahora resulta imposible con las impresionantes cifras negativas que arrojan las cuentas fiscales de Estados Unidos.

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