Por José Alfredo Guerrero

La retirada del proyecto de reforma tributaria la saludé el pasado lunes al interpretar que era lo correcto para lograr en corto plazo una pieza mejor y más ajustada a los límites de tolerancia de la sociedad.

Para retirarlo influyeron las vistas públicas, presentaciones en diversos medios de profesionales expertos en experiencia y teoría con temas fiscales, protestas de ciudadanos frente al congreso, cuatro noches de cacerolazos y balance negativo de opiniones en redes sociales.

¿Se podía interpretar esto como un consenso generalizado contra el poder del gobierno para gravar a la población? ¿Estamos ante un despertar rothbardiano del pueblo dominicano que hace suya la expresión “el impuesto es un robo” del gran economista libertario de EUA?

De ninguna manera. La sociedad dominicana no se opone a que el gobierno gaste, cobre impuestos, se endeude y de subsidios.

De esa manera inicié una conversación con Joaquín Ricardo en su programa Comentarios y Reflexiones como invitado para analizar las consecuencias de la retirada de la reforma impositiva, la declaración de que no se volverá a presentar con modificaciones y las opciones del gobierno para mantener la estabilidad macroeconómica y crecimiento.

Llevé al programa dos gráficos importantes que indican la mala recepción de los tenedores de bonos soberanos a esta noticia. Del portal de la Dirección General de Crédito Público el primero permite ver los rendimientos en el mercado secundario de un bono dominicano que vence en el 2036 para este año.

Para los últimos valores se observa una tendencia ascendente. No presentar la reforma y, peor aún, anunciar su retiro definitivo es una mala noticia para tenedores de bonos soberanos que vienen desde el año 2019 esperando una buena.

En efecto, en la parte de los riesgos de todo memorándum de oferta de bonos se encontrará esta letanía:

El PLD tiene mayoría en ambas cámaras y apoya políticas que permiten sostenibilidad del servicio de la deuda, pero que eso puede alterar en el 2020 si hay un cambio de administración;

En los del 2020 al 2024, que el PRM tiene mayoría en ambas cámaras, apoya el buen servicio de la deuda pero que hay riesgo si cambia en el 2024 la administración;

Y ahora en la segunda administración, que el PRM tiene mayoría en ambas cámaras, está comprometido con políticas pagar capital e intereses de la deuda, pero que en el 2028 puede cambiar si llega otro partido.

El entra y saca para no volver de una reforma tributaria, que es un componente importante de ese compromiso de honrar el servicio de la deuda, es obvio que ha estado detrás de tenedores que ahora perciben al país con mayor riesgo, y deciden salir de sus valores.

Con los bonos, como en cualquier bien, cuando todos quieren vender el precio baja que, con los títulos de renta fija, se refleja en un mayor rendimiento al que los compra.

¿Será esto un efecto coyuntural, un torbellino de viento que no afecte en nada la cosecha de plátanos? ¿Los inversionistas verán los resultados que se tendrán en otras áreas de reducción de gastos, mayor eficiencia en la inversión pública y reducción de la evasión? ¿Las calificadoras no afectarán ni siquiera el Outlook o Perspectivas en sus próximos informes, la ruta a País Grado de Inversión sigue igual con o sin reforma?

Es posible. La ventaja de los mercados secundarios profundos es que estos no son temas en que el feedback o retroalimentación lo da una encuesta de la Gallup. Los tenedores de bonos votan diariamente con sus decisiones de conservar o no el riesgo dominicano en sus portafolios y esa información se obtiene en tiempo real.

El resumen de como nos ven los inversionistas también se conoce diariamente. En la segunda imagen está el Emerging Market Bond Index (EMBI) que también tomé del portal del Ministerio de Hacienda, donde República Dominicana es la línea roja.

El récord del PRM que refleja este índice es de candidato a Jugador Más Valioso. Sin reformas tributarias logró en cuatro años mejorar su posición, mantenerse por debajo del promedio del indicador para todos los países emergentes y mucho mejor que el promedio para América Latina.

Por eso mejoró su calificación de riesgo y se decidió hacer los ajustes para lograr una calificación de país con Riesgo de Inversión.

¿Se repetirá eso en los próximos cuatro años sin reforma tributaria? No estoy seguro, ya veremos.

De lo que sí estoy seguro es que no deben salir de su asombro analistas de mercados de bonos que en las críticas al proyecto de reforma no vieron una oposición rotunda al cobro de tributos para situarnos al borde de revolución anarco-capitalista.

No, la realidad es que entre los participantes de este proceso ni una sola voz se levantó para llamar a una desobediencia civil generalizada para no pagar impuestos.

Todo lo contrario, los comentaristas participaron como “expertos pro bono en eficiencia presupuestaria para el gobierno”. Por ejemplo:

Del impuesto a la propiedad inmobiliaria se criticó la reducción drástica de la excepción manteniendo la misma tasa del 1%, considerada una de las más altas de la región.

Los cacerolazos del polígono central no estaban demandando tasa cero ni a coro cantaban en Las Praderas “¡Con mi apartamento no te metas!”.

Con el ITBIS, la ampliación agresiva de la base y el espantoso paso de nada a dieciocho. “A la comida no se le pone impuestos” y “hay que imitar otros países que tienen exenciones solo para un grupo de bienes esenciales y cobran diferentes tasas”.

Es decir, se acepta ampliación, tasas menores por tipo de productos, no gravar las de sentido común y el apoyo a que los cobros sean universales con persecución y castigo a los evasores. Se apoya una apostasía a la filosofía de los liberales clásicos.

Las entidades financieras reguladas objetaron la brusca subida de la obligatoriedad a la retención por depósitos preocupados porque provocaría fuga ahorro financiero a otras entidades no reguladas, a esquemas de inversiones especulativas de dudoso origen o aumentar el consumo presente que será entonces más atractivo que esperar hacerlo en el futuro con el rendimiento de los ahorros.

A la clase política los propietarios de bancos le están diciendo con esto que seguirán aceptando con gusto el trabajo no remunerado por el gobierno de ser agente de retención para sus empleados y también de los depositantes, pero que consideran la nueva tasa para los éstos últimos desproporcionada.

No hay rechazo de principio a ser agente de retención, uno de los que el economista libertario Murray Rothbard considera como semiesclavitud junto al de ser jurado o ser obligado a unirse al ejército para ir a la guerra.

Los bancos quieren llegar a consenso sobre el nivel de la retención para la preservación mutua de los intereses accionistas y ahorrantes, no buscan aprovechar el momento para abogar por el final del sistema de reserva fraccional con el Banco Central como prestamista de última instancia, un sistema de banca libre con encajes voluntarios en cámaras de compensación privadas y rechazar toda operación de tesorería con los valores del gobierno.

Con el ramplimazo o decapitación de las exoneraciones de tributos para actividades económicas también las observaciones han sido sensatas, aquí apenas algunas de las que profesionales han avanzado para uso de dominio público:

No eliminar aquellas que existen en otros destinos que pasarían a ser más competitivos que nuestro país para industrias totalmente integradas al comercio exterior;

Tener en cuenta las diferencias regionales para mantener las del turismo en las de menor desarrollo relativo y eliminar la competencia desleal tienen negocios que operan dentro de los hoteles que los reciben en ciudades importantes;

No eliminar la del cine completamente, otorgar premios directos con fondos del presupuesto a proyectos elegidos por un comité tipo “Dream Team” del Séptimo Arte, que sustituiría el aberrante esquema actual donde un empresario con 1,250 millones propios, la suma de utilidades después de impuestos y un estimado de evasión del 50% de impuesto sobre la renta, solo dedica al cine 67 millones si salen de lo que deberá pagar al gobierno. ¡Oh, Dios!

El apoyo a impuestos y subsidios razonables de la sociedad también se extiende a una solidaridad con el gobierno para luchar contra la evasión fiscal, mejorar la eficiencia del gasto corriente y demandar un mayor gasto de inversión que, obviamente, necesitará de un plan de financiamiento para cubrir el déficit y las amortizaciones.

La sociedad dominicana no rechaza la deuda pública tampoco por principio. Desde que el país se insertó en los mercados de capitales ha estado ajustando los presupuestos deficitarios con deuda interna y externa basada en emisión de bonos soberanos.

Mas del 80% del ahorro previsional está en bonos de Hacienda y del Banco Central y no se registra una sola manifestación de cotizantes frente a una AFP para exigir una concentración menor de riesgos en bonos públicos o que se vuelva a los años donde estaba expresamente prohibido invertir en bonos de Hacienda.

Ningún senador o diputado tampoco ha recibido en los últimos años una comunicación formal de preocupación de sus comunidades para que dedique la mayor parte del tiempo de la discusión sobre el presupuesto en el tema de la sostenibilidad de la deuda.

Este texto nunca llega:
“Honorable, olvídese del acueducto, la carretera y la villa olímpica que nos prometieron en el presupuesto de este año, nuestra comunidad aspira a que esas obras se hagan cuando sea posible porque la tarea nacional es elevar una voz de alerta a la trayectoria insostenible de la deuda pública.”

La presión todos los años que sienten en la nuca es la de revisar si están las obras públicas prometidas, la sucursal del Reservas o del Banco Agrícola más la escuela que no acaban de abrir. Esa es la dinámica de la discusión presupuestaria, de la deuda se ocupan para el teatro mediático cuando emitan los bonos.

En el programa con Joaquín Ricardo conversamos sobre esos temas que puede contener una nueva propuesta de reforma y coincidimos en que existe en el país experiencia probada en diseñar buenas reformas desde las que impulsó el Dr. Balaguer en los noventa. También de ser sometidas en amplios diálogos con representantes de todos los sectores.

Joaquín Ricardo esbozó las ideas para un Pacto Nacional en que se necesitan a los partidos políticos para tener las reformas consensuadas que necesita la sociedad. Eso es posible, ciertamente, hay experiencias positivas del pasado y, precisamente, la aceptación de los dominicanos a que el gobierno cobre, gaste, invierta, subsidie y se endeude con prudencia es una base sólida para llegar acuerdos en pocas semanas.

Yo apuesto que la reforma será de las golondrinas que volverán.

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