Imaginemos que retrocedemos a los años 2004-2020 cuando gobernaba el Partido de la Liberación Dominicana. Hubiera sido fácil para la comunidad internacional, incluyendo organismos de la ONU y países poderosos como Estados Unidos, Canadá y Francia, presionar al gobierno dominicano para que aceptara un campo de refugiados haitianos en nuestro territorio, si en aquella época Haití estuviera como esta hoy.

Y muchos se preguntarán ¿por qué? Simplemente porque en una situación en que nuestro pais figuraba entre los más corrupto del mundo, donde reinaba el caos institucional y la falta de ética en la administración pública y donde PERSONAJES DEL NARCOTRÁFICO rondaban los pasillos del Palacio Nacional, bastaba con apretar un botón para ponernos de rodilla y ceder a esas presiones.

Y el efecto de haber cedido a esas presiones internacional para evitar represalias contra políticos importantes en el poder y reconocidos por sus actos de corrupción o vinculación al tráfico de drogas, habría implicado un verdadero desastre para la Republica Dominicana.

No solo para su economía sino para la propia soberanía.
Tuvimos suerte de que la crisis de Haití explotara en este gobierno. Y la razón es también muy simple.

Resulta extremadamente difícil para la comunidad internacional presionar o chantajear a un presidente que es uno de los dos mas populares de toda Latinoamérica y que ha demostrado que es posible pasar de ser uno de los países más corrupto del mundo a uno donde apenas se habla de corrupción.

Y ese apoyo al presidente Abinader por su TRANSPARENTE gestión y especialmente a su política sobre Haití, no es solo internacional, sino que la apoya el 98% de la población dominicana.

Es el muro de contención contra nuestros detractores y de aquellos involucrados en la trágica comedia conspirativa DE UNA ISLA ÚNICA E INDIVISIBLE.

Los estrictos controles administrativos y de auditoría impuestos en esta gestión ha frenado la fuente de corrupción más importante dentro del gobierno, como eran las compras y contrataciones públicas.

Y la calidad del gasto ha mejorado sustancialmente, eliminando los despilfarros, las pompas y suntuosidades de muchos funcionarios, que de chancleteros se convirtieron en multimillonarios sin crear riqueza.

Sin producir un plátano.
La ética y la trasparencia han dominado el quehacer institucional desde que el presidente Luis Abinader asumió el poder, lo que ha sido clave para el crecimiento y la estabilidad macroeconómica.

Solo basta medir el crecimiento de la inversión externa en apenas tres años (post pandemia) que se incrementó en mas de un 40%.

Eso se reduce a dos palabras: CONFIANZA Y SEGURIDAD.
Mientras mantengamos ese nuevo orden o paradigma en la administración del Estado, nadie podrá torcernos el brazo para que seamos la solución al problema que vive Haití.

Con Luis Abinader en el poder y su alta popularidad, hay que hilar muy fino para tocarnos un pelo de la cabeza.

Ahora tenemos la calidad moral para decir NO y tenemos la fuerza para decir ALTO.

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