Tras contienda electoral próxima, es imperativo llegar al compromiso entre nuestro liderazgo para emprender un cambio profundo en nuestras esztecutruas   económicas sin provocar reacciones sociales adversas.

Seguir posponiéndolas, provocará consecuencias mas costosas y dolorosas para la economía y la población.

Es imposible continuar con malgastos públicos, hipertrofiados con relación a recaudaciones, especialmente por burocracia y subsidios; deficitando fiscalidad, aumentando endeudamiento, desacelerando economía e inhibiendo emprendimiento de agentes económicos.

Es insostenible proseguir con tributación empujando informalidad, excluyendo mitad de contribuyentes y duplicando exigencia de servicios por población no asegurada; disminuyendo competitividad de producción por altos costos impositivos, financieros, laborales, combustibles, energéticos y transporte. 

Es imposible seguir con desorden demoterritorial imperante, emplazando y edificando viviendas en lugares vulnerables, funcionando establecimientos comerciales e industriales sin previsiones de seguridad.

Colapsando infraestructuras ante fenómenos meteorológicos previsibles.

Es perjudicial seguir frustrando expectativas de una población que luchó para aumentar el gasto educativo (4%/PBI) para dispendiarlos en sueldos y gastos de profesores y administradores; que luchó contra la corrupción para ser anestesiada con una independencia del Ministerio Publico que proporciona resultados efímeros.

Y reclamando una cooperación internacional hacia Haití que requiere una cooperación binacional previa que no estamos implementando.

Es desalentador pretender seguridad ciudadana con FFAA y PN comportándose como bandas, asociándola a intercambios de disparos, vanagloriándose con aumentos estadísticos de incautaciones consecuencias del mayor tráfico de drogas; que basura siga sin recogerse y disponerse, que bosques continúen depredándose, que tarifa energética siga cara en medio de apagones a pesar de tantas inversiones, que taponamientos contaminen aire que respiramos y condenen al enclaustramiento. 

Encarar ahora estos y otros desafíos sin provocar reacciones sociales adversas requiere compromiso político de gobernantes y opositores, triunfadores y perdedores.

Esto puede lograrse mediante el gobierno de unidad nacional pregonado por todo nuestro liderazgo después de decapitada la dictadura, o mediante una oposición constructiva.

O que organizaciones dejen en libertad sus dirigentes para asumir responsabilidades gubernamentales manteniendo roles opositores como hizo el PRD tras triunfo de Balaguer en 1966.

O cualquier otra fórmula que la inteligencia creativa del buen liderazgo debe concebir para que los cambios dejen de ser superficiales, de caras y fachadas, y pasen hacer cambios profundos de nuestras viciadas estructuras económicas e institucionales que venimos arrastrando desde años.

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