El crecimiento es necesario, pero no suficiente para el progreso de un país, a pesar de que la pobreza dominicana ha disminuido significativamente en los últimos 20 años.

Pero hay un problema con la pobreza, especialmente con la llamada pobreza monetaria general, que es aquella donde los hogares cubren el costo de la canasta básica de bienes y servicios.

Y ese problema es que tenemos una clase media baja que raya en la pobreza y con un empujoncito vuelven al redil de pobres.

Esa clase media baja hay que subirla de rango para seguir progresando.

El progreso se frena cuando en una economía la informalidad laboral supera al empleo formal.

En este submundo de informalidad no se pagan impuestos, ni ITBIs, y mucho menos los beneficios de la seguridad social.

El empleado está totalmente desprotegido y el déficit fiscal paga ese costo.

Sin embargo, el progreso también se mide por la distribución del ingreso.

Y en eso hemos mejorado a pesar de que el 1% de la población se chupa 30% de los ingresos.

Según la Cepal, pasamos de ocupar la posición número 14 al número 8 entre los 29 países evaluados en el continente americano en el Índice de Transparencia de Desigualdad elaborado por el World Inequality Lab.

Eso nos coloca a la altura de países como Japón, Australia y Canadá en la transparencia de datos sobre ingreso.

Pero no nos engañemos.
Nuestro nivel de pobreza es de 23.4% mientras Japón tiene una pobreza de 14.3%, Australia 13.4% y Canadá 9.4%.

¿Terminamos?
Nada de eso, porque el progreso es ante todo EDUCACIÓN y aquí nos falta un largo trecho por recorrer.

La falta de ética amenaza constantemente nuestra propia existencia y contribuye al caos y la anarquía.

Se observa en el tránsito, la basura, la delincuencia, el irrespeto y en el abuso familiar, entre otras cosas.

En instituciones sólidas y transparentes, hemos avanzado en la transparencia, pero con un estado superdotado, no de inteligencia, sino de gente inepta e innecesaria que representa una gran carga presupuestaria.

La seguridad social ha sido una de las grandes conquistas de este y el pasado siglo, pero requiere de una reforma urgente para adecuarla a los nuevos tiempos y reducir su costo.

Una evasión de impuestos que ronda el 40% es enemiga del progreso, como lo es el manejo estatal de la distribución eléctrica cuyo subsidio es una vergüenza.

En resumen, las palabras mágicas para seguir progresando se llaman REFORMA INSTITUCIONAL, INNOVACIÓN Y APRENDIZAJE Y ESO SE REFLEJARÁ EN UN MAYOR CRECIMIENTO ECONOMICO CON EQUIDAD.

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