Por Yanio Concepción
Haciendo un poco de historia europea, es bueno recordar la “Enfermedad Holandesa”. Es un término económico que se refiere a la situación en la que un país experimenta un aumento repentino en los ingresos por la exportación de recursos naturales, como petróleo o gas, lo que lleva a una apreciación de su moneda.
Esta apreciación puede tener efectos negativos en otros sectores de la economía, como la manufactura, la agricultura y el medio ambiente, ya que los productos de exportación se vuelven más caros en el mercado internacional y menos competitivos.
Esta expresión se originó en la década de 1970 en referencia a la experiencia de los Países Bajos después de descubrir grandes reservas de gas natural en su territorio.
La “Enfermedad Holandesa” destaca los desafíos que pueden surgir cuando un país depende en exceso de un recurso natural para su crecimiento económico.
El compromiso de saber cómo debemos de avanzar cuidando nuestros sectores económico-productivos y de servicios, y los recursos naturales, marcará el desafío de un acuerdo nacional para seguir trillando la ruta de la prosperidad.
El cambio de mentalidad cultural en la ciudadanía debe enfocarse en el cuidado de la economía familiar en el país, porque es el mejor momento para mitigar la incertidumbre y riesgos de cualquier crisis económica internacional.
Es una de las mayores prioridades de nuestro país educar en todos los niveles, priorizando la formación en las finanzas y economía familiar para el manejo eficiente de los ingresos y los gastos.
El impacto de los factores externos e internos que nos dejará la reforma fiscal obligará a las familias a buscar formas de aumentar los ingresos, ahorrar e invertir de manera prudente, y mantener una comunicación abierta y transparente entre los miembros de la familia para tomar decisiones financieras conjuntas.
Es crucial estar preparado para las eventualidades y ajustar el plan financiero según sea necesario.
La sostenibilidad en la economía familiar implica administrar los recursos de manera responsable y equilibrada para satisfacer las necesidades presentes sin comprometer las futuras.
Es clave establecer un presupuesto sólido, reducir el consumo de recursos no renovables, invertir en opciones sostenibles a largo plazo, fomentar el ahorro y la inversión responsable, y educar a los miembros de la familia sobre la importancia de prácticas financieras sostenibles para garantizar la estabilidad económica a lo largo del tiempo.
Si vamos a vencer la pobreza, creando equidad y trabajo decente como establece la OIT, debemos tener aspiraciones y perspectivas de desarrollo personal e integración social, además de gozar de libertad que les permita a las personas expresar sus opiniones, motivación para que se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas.