Por: José Lois Malkun

La guerra comercial es muy parecida a la guerra nuclear. Todos pierden, pero siempre uno pierde menos y al final se proclama ganador.

Todo comenzó con la imposición de aranceles a las importaciones China por 145% impuestas por Donald Trump y la respuesta de China al imponer 125% de arancel a las importaciones de Estados Unidos. Pusieron al mundo de cabeza

El éxito dependía de quien aguantaba más ante un cierre total del intercambio comercial entre Estados Unidos y China. Unos decían que China tendría que cerrar miles de fábricas y que buscaría una negociación con Trump y otros que los puertos de Estados Unidos quedarían paralizados y los negocios con sus estantes vacíos y precios por las nubes.

No hablamos de otros efectos colaterales de esta decisión que estaba afectando a toda la cadena de suministro a nivel mundial. Fue una verdadera locura.

Pasado unos 45 días se comprobó que China abría nuevos mercados, devaluaba el yuan y llegaba a nuevos acuerdos comerciales con países como Canadá, el vecino predilecto de Estados Unidos. También extendió sus garras sobre el sur de Asia y sobre Latinoamérica, especialmente Brasil, Chile y Colombia.

En la geopolítica cerro filas con Putin asistiendo a la celebración del 80 aniversario de la capitulación de la Alemania Nazi.

Mientras en Estados Unidos los pequeños, medianos y grandes empresarios presionaban a Trump para que resolviera sus diferencias comerciales con China. Inclusive grandes empresas amenazaron con trasladarse a otro pais. El golpe mortal fue la cancelación de 200 aviones Boeing que China había ordenado y otras medidas que afectaban a las empresas tecnológicas estadounidenses que fabrican gran parte de sus componentes en China.

Otro golpe fue la puesta en el mercado de los bonos del tesoro que China tiene en cantidades industriales debilitando el dólar y generando más presión y volatilidad en los mercados financieros, especialmente en los mercados de bonos.

Esto se debe a que una venta masiva de bonos podría aumentar los rendimientos y bajar los precios. Pero esa venta de bonos obligó a China a apreciar el yuan haciendo más cara sus exportaciones, que trataba de compensar con una reducción de la tasa de interés. China no tiene problemas inflacionarios.

Xi Jinping lucia tranquilo y no cedió una pulgada a las presiones de Trump. Mientras este mostraba una constante preocupación y buscaba vías para abrir un diálogo con China ante las presiones internas.

Finalmente, llego el momento de la verdad y ambos países decidieron una solución temporal de 90 días donde Estados Unidos bajaría los aranceles a China a un 30% y China a un 10%.

Pero reparar el daño causado requerirá mucho tiempo porque los barcos no vuelan.

La imagen de Trump quedo golpeada a nivel internacional y se le vio como un perdedor ante una China que mostro más músculos de lo que se pensaba. Es el pais con el mayor comercio mundial y no se puede jugar con fuego sin antes saber las consecuencias.

Finalmente, Trump, para compensar su derrota ante China, viajo a Arabia Saudita, un viejo amigo que se había distanciado de Estados Unidos por sus violaciones a los derechos humanos, lo que Rusia aprovecho para afianzar sus lazos con el pais árabe y segundo productor mundial de petróleo.

Todo parece indicar que Trump logro su objetivo y viro la tortilla con negociones muy provechosas para Estados Unidos, incluida la venta de armas e inversiones Saudí en Estados Unidos.

De todas formas, el primer asalto lo ganó claramente China y estaremos atento al segundo asalto.

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